Muy relacionado con los tipos parentales, los modelos de comunicación entre padres e hijos también resultan decisivos para el desarollo de estos últimos. Podemos diferenciar tres tipos de modelos comunicativos parentales: el estilo agresivo («yo gano, tú pierdes»), el estilo pasivo («yo pierdo, tú ganas») y el estilo asertivo («yo gano, tú ganas»). El modelo óptimo para la educación de los hijos es el modelo asetivo; no obstante, con mucha frecuencia los modelos empleados por los padres son el agresivo (la mayoría de las veces) y el pasivo (con menos frecuencia). Los modelos de comunicación no asertivos consisten en el empleo de estrategias inadecuadas para afrontar los conflictos interpresonales padres-hijos.
El modelo agresivo consiste en criticar, juzgar y reprochar el comportamiento de los hijos, en lugar de tratar de ser compresivos, y contraatacarlos en vez de apoyarles y ofrecerles una solución óptima. A menudo, los padres que emplean modelos no asertivos de comunicación interrumpen y monopolizan las conversaciones con sus hijos, de modo que el diálogo entre ambos es imposible. La comunicación suele estar presidida por la hostilidad y la agresividad, ya que recurren a comentarios hirientes, a la ironía y al sarcasmo, en vez de emplar un lenguaje amable y afectuoso. Asimismo, estos padres suelen ordenar constantemente cómo deben o no deben comportarse, en lugar de ayudar a que sus hijos comprendan por sí mismos qué es lo correcto e incorrecto, así como tienden a hacer uso de generalizaciones («siempre-nunca») que no dejan margen de acción a los hijos. En cuanto al modelo pasivo-inhibido, este trata de evitar la búsqueda de soluciones cuando esta resulta muy complicada.
Frente a a los modelos no asertivos, nada aconsejables para la adecuada comunicación familiar, encontramos el modelo asertivo, que favorece la comunicación entre padres e hijos puesto que en él los primeros se muestran empáticos y respetuosos, saben escuchar y estimulan a su interlocutor para que hable de sí mismo con confianza y sinceridad. El modelo asertivo permite a los padres demostrar a sus hijos que se interesan por sus problemas, ya que le conceden el protagonismo en la conversación. Esto se consigue mediante la formunación de preguntas abiertas que invitan a los hijos a hablar y mediante el uso de un lenguaje claro, preciso y auténtico, como frases del tipo «me gustaría que...», en lugar de las aseveraciones «tienes que...». Asimismo, el modelo asertivo cuida el lenguaje no verbal, que a menudo comunica tanto o más que el verbal. Podemos considerar el modelo asertivo como una estrategia prevención vs reacción, puesto que permite la búsquead de soluciones que beneficien tanto a padres como a hijos («yo gano, tú ganas»). Para lograrlo, es necesario que padres e hijos encaren el diálogo con voluntad, compromiso y creatividad.
Podemos relacionar el modelo asertivo con el estilo parental democrático; el modelo agresivo, con el autoritario; y el modelo pasivo, con el indiferente. Ahora bien, es necesario apuntar que un mismo modelo parental puede utilizar los tres modelos de comunicación en función de la situación en la que se encuentre, así como padre y madre pueden diferir en el tipo de comunicación que empleen para dialogar con sus hijos.
A pesar de que el modelo más beneficioso para la educación de los hijos es el asertivo, considero que no siempre resulta fácil aplicarlo.
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